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Mi obra surge de los espacios indeterminados entre la naturaleza y el ser humano: el paisaje, el artificio, la construcción, la relación muchas veces contradictoria entre ambos mundos. A partir de ese lugar aparece el asunto de la muerte, el fin, la caducidad de un universo contra el otro, ya que cada uno habita en una temporalidad radicalmente diferente y en esos puntos de encuentro es inevitable pensar en lo que perdura y lo que se acaba.

El tipo de naturaleza con la que trabajo y su comportamiento no está delimitado, y es ese quizás el primer impulso en mi elección: lo extraño, lo indeterminado. Paisajes vagos que se asocian a cierto mensaje oculto que habla de la espera, del paso del tiempo, de la decadencia o que sugieren que algo que está por suceder o acabar, situando los diferentes elementos constitutivos de un paisaje de manera de abrir un espacio a veces algo morboso, otras veces extrañamente ficticio.  

La contemplación del paisaje es inherente al ser humano y la distancia entre su existir y la evolución natural han generado un lugar oscuro, abordado de muchas maneras través de la historia del arte pero siempre inabarcable. Esa distancia, ese espacio sublime e innombrable, es el que me interesa explorar desde la pintura de la naturaleza (viva o muerta) y las aristas de su tradición. 

Me interesa generar paisajes que no sean demasiado complejos en su construcción pero que sugieran algo más allá, una delicada sensación de presagio o desidia.

Naturaleza, oscuridad, contemplación, quietud, paso del tiempo; paisajes autónomos.

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Juana Subercaseaux

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